Es la decimoctava participación de Novak Djokovic en Wimbledon. Qué no habrá vivido el serbio a sus 36 años después de haber ganado siete veces este Grand Slam, que ha dominado en las cuatro ediciones más recientes. Sin embargo, ‘Nole’ se vio envuelto en una situación surrealista impropia de la fama y grandeza de la ‘Catedral’ del tenis mundial. Un inesperado incidente que se prolongó durante hora y veinte minutos, el tiempo que duró la pausa por lluvia de su partido de primera ronda con el argentino Pedro Cachín.
Una larga suspensión cuando la central del All England Club dispone de techo retráctil. Una situación en principio anecdótica que derivó en un teatro del vodevil, en un camarote cinematográfico de los hermanos Marx con personas entrando y saliendo del escenario con diferentes artilugios en mano.
El hombre que busca igualar las ocho coronas récord de Roger Federer se lo tomó a broma, porque era difícil no hacerlo, pero en la reanudación Djokovic, 36 años y nº 2 mundial, se puso serio para cerrar con victoria su primer duelo con el argentino residente en Barcelona Pedro Cachín, a quien superó 6-3, 6-3 y 7-6 (4) en 2h.11′ de juego, al que añadir los 80 minutos de intermedio entre el primer y segundo set.
Djokovic tomó una toalla e invitó a todos a que se apuntaran con él a secar el césped. También habló de soplar al unísono. Antes de cerrar el 6-3 del set inaugural, el balcánico ya avisó de que caían gotas. El árbitro decidió continuar porque quedaban en teoría un par de puntos.
Luego, a la carrera, a poner la lona sobre la hierba. Más tarde, a cerrar el techo. En principio, una maniobra de unos veinte minutos en total. Sin embargo, la hierba seguía húmeda y no había manera de ponerla a punto, que no fuera peligrosa para la integridad física de los tenistas, quienes acudieron a la cancha invitados por el juez principal, el británico Gerry Armstrong, para comprobar por sí mismos que el suelo seguía resbaladizo.
Entre las situaciones, tres operarios con otros tantos aspiradores que habitualmente se usan para rebañar hojas del suelo. También un trabajador pasando la mopa. Un tierra trágame para la organización.
Dio tiempo para que parase de llover y se pudiera abrir el techo para jugar de nuevo al aire libre. Djokovic subió el nivel de su primer saque para no dar más margen a un valiente Cachín, 28 años y nº 68, que sólo disputaba su segundo partido profesional en césped.
Situación salvada por Djokovic, también una caída encima de la red, y a segunda ronda, el miércoles contra el australiano Jordan Thompson, con quien nunca se ha medido y que remontó dos sets abajo al estadounidense Brandon Nakashima: 2-6, 2-6, 6-4, 7-6 (4) y 6-3 en 3h.30′.
Convincente el balcánico, como no podría ser de otra manera aun sin haber competido oficialmente desde que conquistase Roland Garros tres semanas atrás. En sus zapatillas dibujó el 23, su plusmarca. Sobre la pista firmó su 29º victoria consecutiva en Wimbledon, invicto desde que se retirara en cuartos de 2017 ante Tomas Berdych, y en hierba, donde no pierde desde el ATP de Queen’s de 2018, contra Marin Cilic.

Novak Djokovic aplaude el trabajo de un operario con un aspirador